Perfil Iñigo

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Iñigo De Juana

jueves, 13 de febrero de 2020

La INTOLERANCIA A LA LACTOSA: Realidad y mito.

La INTOLERANCIA A LA LACTOSA: Realidad y mito.


INTRODUCCIÓN
Cada vez  mucha más gente padece algún tipo de trastorno alimentario que impide procesar, asimilar y/o utilizar correctamente algún tipo de alimento, lo cual provoca desde molestias  leves, hasta síntomas de mayor gravedad, afectando negativamente al bienestar de las personas que lo padecen.
La intolerancia a la lactosa es uno de los trastornos digestivos más comunes entre la población adulta, y aunque no se trata de una enfermedad peligrosa para la salud, sus síntomas son bastante molestos. 
INTOLERANCIA VS ALERGIA
A menudo confundimos las intolerancias alimentarias con las alergias, pero se trata de dos enfermedades totalmente diferentes en cuanto a mecanismo de acción. Una intolerancia es una reacción adversa a un alimento no tóxico causada por mecanismos no inmunológicos, mientras que las alergias alimentarias están mediadas por mecanismos inmunológicos en los que se liberan inmunoglobulinas (anticuerpos). 
LACTOSA 
La lactosa es el azúcar presente en la leche de los mamíferos (vaca, cabra, oveja y humana) y en otros muchos productos preparados. Se trata de un disacárido compuesto por dos moléculas simples de azúcar, glucosa y galactosa.
 
¿QUÉ ES LA IL?
La intolerancia a la lactosa (IL) es la incapacidad de digerir la lactosa debido a un déficit de la enzima lactasa (enzima que degrada la lactosa) y que provoca síntomas gastrointestinales.
La lactasa es una enzima presente en las células intestinales cuya función consiste en degradar o descomponer la lactosa en sus 2 componentes, glucosa y galactosa, para que puedan ser absorbidos por el intestino.  Alcanza su máxima actividad en el momento del nacimiento y lactancia pero su actividad empieza a disminuir tras el destete. Cuando existe una insuficiencia de lactasa en nuestro organismo, la lactosa no se descompone adecuadamente en el intestino delgado y pasa al intestino grueso sin descomponer, las bacterias presentes en esta porción del intestino la fermentan y la transforman en gases y ácidos que provocan síntomas gastrointestinales muy molestos.  
SÍNTOMAS 
Los síntomas más frecuentes después de la ingestión de productos lácteos si se padece de intolerancia a la lactosa son los siguientes: 
-        Diarrea
-        Dolor y distensión abdominal 
-        Borborigmos  (sonidos abdominales)
-        Flatulencias
Dichos síntomas suelen aparecen entre 30 minutos y 2 horas posteriores a la ingesta de lactosa y la intensidad de las molestias va a depender de diversos factores, tales como:
-        Cantidad de lactosa ingerida
-        Tipo de lácteo consumido (leche, yogur, queso)
-        Grado de actividad de la enzima lactasa
-        Capacidad del intestino grueso para absorber el agua
-        Motilidad del intestino 
-        Actividad de la flora bacteriana
-        Ingesta de otros alimentos. 
DIAGNÓSTICO 
Los síntomas que provoca la IL son muy similares a los que producen otras enfermedades digestivas tales como la enfermedad Celíaca, la enfermedad de Crohn o la intolerancia a los FODMAPS (Fermentable Oligosacáridos, Disacáridos, Monosacáridos and Polioles), por ello para el diagnóstico de la IL se emplea una prueba específica conocida como “la prueba del aliento con hidrogeno”. Dicha prueba consiste en la medición de la cantidad de hidrógeno exhalado por el paciente después de beber una muestra de lactosa o ingerir un alimento que la contenga. Un resultado positivo indica una alta concentración de hidrogeno y metano, gases que se producen en el intestino por las bacterias intestinales cuando la lactosa no se digiere correctamente. 

TRATAMIENTO 
No existe un tratamiento médico que resuelva la intolerancia a la lactosa. Los intolerantes pueden optar por consumir lácteos sin lactosa y/o productos lácteos fermentados (quesos curados/semicurados, yogures, cuajadas y leches fermentadas (kéfir)) que son mejor tolerados debido al proceso de fermentación de la lactosa que la convierte en acido láctico. 
También es posible consumir suplementos de lactasa, disponibles en farmacias, que ayudan al proceso de digestión de la lactosa. Aunque el uso de este suplementos está recomendado para ocasiones esporádicas, por ejemplo si se sale a comer fuera de casa y no sabemos si los alimentos que nos van a servir contienen lactosa, su eficiencia es sorprendente. Es mejor consultar con el médico para  establecer una dosis y posología adecuada. 
Recientemente hay estudios según los cuales tras una situación de “reset” del intestino (erradicación de la flora durante 14 días, posterior restablecimiento de la uniones entre los enterocitos (células del intestino) y posterior “resiembra” con una mezcla de probióticos adecuada, se ha conseguido la casi normalidad de vida en ex afectados por esta deficiencia de lactasa.
EPIDEMIOLOGÍA Y OPINIÓN
La intolerancia a la lactasa afecta a muy pocas personas, pero la mala digestión de la lactasa se da en un 70-75% de la población mundial.
La mala digestión es una reducción en la actividad del enzima antes citado, la lactasa, y se puede producir en situaciones de estrés intestinal, y aumenta con la edad.
Siempre que se produce una diarrea, es recomendable restringir la ingesta de leche normal, y sustituirla por “preparado lácteo sin lactosa” que no es leche sin lactosa.
Genéticamente es más frecuente en personas de Asia, África, Sudamérica y Australia, que en Europa Septentrional (Escandinavia, Islas Británicas y Alemania.
La deficiencia total a la lactasa es una enfermedad congénita rara, (hay menos de 50 pacientes en el mundo, principalmente en Finlandia). Para éstos 50 pacientes hay que  seguir una alimentación estricta sin lactosa.
En las personas con mala digestión a la lactasa, esta alimentación sin lactasa puede ser una alternativa. 
No obstante la alimentación actual con preparados “sin lactosa” tiene más de marketing que de verdadera necesidad terapéutica.

 Amaia Tellería
Dietista-Nutricionista
Iñigo De Juana
Farmacéutico y Dietista


BIBLIOGRAFÍA
Adolfsson et al. Am J Clin Nutr 2004;80:245-56.
Black et al. Am J Clin Nutr 2002;76:675-80.


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